En una tranquila calle de los suburbios donde las banquetas no sobrepasan el metro de ancho y las casas, no usaban rejas si no caminos de roca en su jardín frontal hasta la puerta de la entrada, por la parte trasera las casas tenían bardas de no más de metro y veinte de altura, donde te podías recargar como Charly Brown y Linus para platicar con tu vecina recargados en la barda.
Una colonia nueva donde todos los habitantes eran como en tu casa; Una pareja joven con dos o tres niños, Yo recuerdo que pensaba que los abuelos vivían en el DF ya que todos decíamos, “El sábado voy al DF a ver a mis abuelos” y en mi colonia o al menos en mi calle que era el equivalente a mi planeta. No había un solo anciano, sólo parejas con hijos de mi edad o un par de años más grandes.
Los padres se juntaban en casa de alguno de ellos a jugar dominó los viernes por la tarde, mientras las madres hacían aerobics o tahitiano en casa de otra de ellas, las más grandes que seguramente oscilaban entre los 25 y 30 años, hacían clases de macramé y migajón.
Había un parque a unas calles pero “era lejos” y los papás sólo nos dejaban jugar en nuestra propia calle, eso nos llevaba a las riñas contra los de la calle siguiente. Nuestros juguetes eran figuras de Star wars en su mayoría siempre era admirado aquel que su papá viajara a Estados Unidos que en ese entonces sonaba como la luna y siempre le traía figuras de Star Wars que no vendían en México.
Los “mayores” osea niños de 10 años jugaban con Kid Acero y James Bond, porque ellos eran grandes, andaban en bicicleta y cruzaban las fronteras de la esquina de la calle para aventurarse al bosque que estaba tres calles allá en la lejanía, soñaban con pedalear tan duro que pudieran elevarse como en E.T. aunque a mi me apasionaba sólo una cosa, una cosa que estaba en mi “rutina” diaria de un niño de 6 años, llegar de la escuela, comer mi sopa, hacer mis palitos y letras de tarea y salir a la calle a montar… Mi Máquina Verde.

Esa gran caja que un día trajeron entre los 3 reyes cargando desde Estados Unidos y no tenía parecido a nada, no era una Avalancha, no era un Apache, no era una Bici y mucho menos un par de Patines, era… Mi Máquina Verde.
Era una máquina tan especial que usaba un par de guantes negros de piel de mi papá, de esos que no tienen dedos que se usaban en los 70 y me subía a… Mi Máquina Verde.

Iba tan lejos como mi mamá lo permitía, hoy me parece ridícula la distancia de esquina a esquina de la calle pero sobre la banqueta que para mi era como una pista y al ras del suelo montaba… Mi Máquina Verde y surcaba la calle de esquina a esquina sólo me detenía en casa por un frutsi, pero volvía a montar… Mi Máquina Verde y a moverme como un rayo verde por toda la banqueta hasta que mamá me llamaba a la casa con su encantador grito: Jaaaaaviiiiiii!!! Ya métete!!!
Y ahí disminuía la velocidad de… Mi Máquina Verde.
Me quitaba los guantes, bebía mi frutsi de uva y regresaba a casa, un día más de alta velocidad en… Mi Máquina Verde.
Hoy soy padre de Javi y descubro con emoción y casi llanto en mis ojos que… La Máquina Verde, regresó, ahora no es de plástico con calcomanías que indicaran la velocidad y el combustible, ahora es de acero, es más poderosa y viene con todo.
No puedo esperar a que mi hijo cumpla unos años más y darle su primer… Máquina Verde.
Ahora cada que alguien me haga encabronar, cerraré los ojos y montaré… Mi Máquina Verde.
Mi Máquina Verde.

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